viernes, 31 de octubre de 2008

el Instinto Sexual y la Batalla de la Reproducción

La posibilidad potencial de revolucionar nuestra forma de pensar acerca del sexo existe. Mi deseo es ayudar a que la revolución siga recorriendo su camino. El mensaje principal de esta transformación es que nuestra conducta sexual ha sido programada y moldeada por fuerzas evolucionistas que actuaron sobre nuestros antepasados, y que aún actúan sobre nosotros, incluso hoy. El empuje fundamental de esas fuerzas se dirigía al cuerpo, no a la conciencia. Nuestros cuerpos simplemente utilizaban nuestro cerebro para manipularnos, haciendo que nos comportáramos de una manera que venía dictada por nuestra programación.
La fuerza central que dirigía esta programación era el riesgo de que se produjeran guerras de espermatozoides. Siempre que el cuerpo de una mujer contiene espermatozoides de dos (o más) hombres diferentes al mismo tiempo, los espermatozoides de esos hombres compiten por el «premio» de fecundar el óvulo. La forma en que estos espermatozoides compiten es similar a una guerra. Muy pocos (menos del l por ciento) de los espermatozoides procedentes de una eyaculación humana representan la élite, los «cazadores de Óvulos» fértiles. El resto son espermatozoides «kamikazes», estériles, cuya función no tiene nada que ver con la fecundación como tal, pero sí es de vital importancia para impedir que los espermatozoides de otro hombre fecunden el óvulo.
Las guerras de los espermatozoides constituyen una historia en sí misma, pero también tienen consecuencias de gran alcance en todos los niveles de la conducta sexual humana. En parte conscientemente, pero de forma mucho más significativa a nivel del subconsciente, todas nuestras actitudes, emociones, reacciones y, en definitiva, nuestra conducta en lo que al sexo se refiere, gira en torno a las guerras de espermatozoides, y toda la conducta sexual humana se puede reinterpretar desde esta nueva perspectiva. Así, la mayor parte del comportamiento del hombre es un intento, o bien de impedir que una mujer exponga sus espermatozoides al riesgo de la guerra o bien, si no lo consigue, de dar a sus espermatozoides las mejores opciones para ganarla. La mayor parte del comportamiento femenino es un intento, o bien de mostrarse más hábil que su compañero y que otros varones, o bien de ejercer su influencia para decidir a qué hombre pertenecerán los espermatozoides con más posibilidades de triunfar en cualquier batalla que ella promueva.
Para todos y cada uno de nosotros hubo un momento crítico en el pasado -hace ya algún tiempo- en que uno de los espermatozoides de nuestro padre entró en un óvulo de nuestra madre y fuimos concebidos. Este suceso desencadenó todo un conjunto de instrucciones complejas para que nos desarrolláramos. Estas instrucciones fueron heredadas, la mitad de nuestro padre y la otra mitad de nuestra madre, y produjeron con el paso del tiempo la persona que somos hoy. Si nuestro padre y nuestra madre no hubieran realizado el acto sexual cuando lo hicieron, con quien lo hicieron y habiéndose preparado para él como lo hicieron, nosotros nunca habríamos existido.


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